El no querer ver

—–Reflexión por Carol Galleguillos Sáez

Estos últimos meses han sido cientos y cientos los artículos o notas de prensa hablándonos de abuso sexual. No todas lo hacen desde el mismo foco, ni siquiera siguiendo una mínima línea editorial de cuidado hacia quien lee/ve. Algunos rayan en el morbo o lisa y llanamente buscan generar alto impacto. ¿Y cómo no lograrlo? Si lo horroroso impacta por definición: horroriza. Este impacto moviliza socialmente. Desde el cuestionamiento, la indignación o la simple duda.

¿Cómo han estado ustedes al respecto?, ¿se han sentido abrumados, heridos, cuestionados con esta vorágine?

Les pregunto pues en lo personal, cada vez más a menudo me sorprendo en la posición de estarle explicando a un conocido, familiar, amigo cosas que simplemente no quieren entender. Es un cuestionamiento que no espera respuesta sincera para aprender del otro, sino más bien es un decir “no creo que esto sea abusivo del todo”.

Me explico: alguien ve una noticia de algunas personas adultas agredidas sexualmente por un superior jerárquico y de inmediato no pueden entender cómo eso sigue siendo abusivo, y no más bien, una forma “fácil” de ascender laboralmente. Argumentan que si ambos son adultos y no existió amenaza contra la integridad física vital (amenazas reales de muerte, daño físico) pues entonces hubo voluntariedad, y por ello, inexistencia de dinámica abusiva.

Nada más lejos de la verdad. Hay que hacer el ejercicio de mirar más allá. De lo contrario, sería reducir una problemática complejísima a prácticamente un elemento: todo depende de “buenas decisiones” por parte de la víctima.

Esto me lleva a una máxima que a esta altura resulta esencial para entrar a conversar. Las dinámicas abusivas son eso, dinámicas que se dan en torno a un vínculo y un contexto que lo sustenta, no simplemente hechos aislados y fácilmente observables.

Fundación Para la Confianza señala en su último estudio realizado en la Región Metropolitana de Santiago, que el 18% de los hombres adultos encuestados, y el 39% de las mujeres adultas encuestadas señalaron haber vivido abuso sexual en su infancia o adolescencia.

¿Seremos los seres humanos tan parecidos entre sí que tantos “caen” en la misma trampa?, ¿seremos tan “tontos” todos?

No. Volvamos unos pasos más atrás. Esto no depende tanto de las características individuales de la víctima, sino cómo son las dinámicas que establece el abusador para agredir.

El abuso sexual  es abuso de poder, que, mayoritariamente, se da en un contexto social y vincular que permite microtrasgresiones progresivas que confunden a quién lo vive y quien se percata ya cuando usualmente ya está “atrapado” por parte del agresor.

Piénsenlo un momento. Si fuese tan fácil detener el abuso con solo “decir que no”, o “no exponerse”, ¿serían tantas las víctimas?, ¿serían tantos los/las agresores que se expondrían a ser descubiertos? Los agresores saben que están “blindados” por un buen tiempo. Que el abuso silencia y acalla incluso antes de ocurrida la trasgresión física. Que el dolor emocional, la confusión y el miedo inmovilizan, y tienen entonces allí, su mejor seguro de vida, su mejor abogado. La víctima no habló ni detuvo el abuso no porque no quiso, sino porque no pudo. Esta máxima no se puede olvidar nunca.

Seguirá habiendo quienes no deseen entender. Es comprensible. Si con “decir no” y “no exponernos” entonces nos protegemos totalmente, pues ¡qué alivio! Pero no basta, es bastante más complejo, y eso resulta aterrador. Ese miedo, ese rechazo nos puede impedir escuchar realmente al otro, y eso está sucediendo.

Las emociones más comúnmente reportadas por parte de adultos que vivieron abuso sexual en su infancia son el miedo, la confusión, la vergüenza, tristeza, rabia y culpa. Como sociedad no ayudamos en nada a que esto disminuya, por el contrario. Acentuamos que se sienta vergüenza, tristeza y culpa, pues “solo debió haber dicho que no”. Aumentamos el miedo, la confusión y la rabia porque en vez de acoger y comprender, cuestionamos con incredulidad dirigida: “¿seguro/a fue tan así?”, “algo habrá hecho”, “podría haberse negado”.

Permitámosnos estar ahí para el otro que nos necesita, pero ser también claros: El abuso es abusivo mucho antes del paso al ámbito de lo corporal. Y eso justamente es lo que lo permite de manera tan masiva.

¡Que tanta noticia pública nos permita generar cambios macro en torno a la protección, visibilización, entendimiento y lucidez! No nos quedemos en el morbo de “un caso más”, sino en la posibilidad que aquello nos permita hacer los cambios necesarios.

Y por supuesto: Autoconciencia y Autocuidado. Si ya el prender el televisor nos duele, nos agota, nos derrumba, ¿para qué hacerlo? ¿Para qué estar al tanto de cada trending topic del tema en twitter si es que nos hace tan mal? Dosifiquemos lo que leemos/vemos. No nos apresuremos a quemar cada antorcha de esperanza del camino, sino al contrario. Démosle tiempo suficiente para entender y entendernos.

… Si quieres leer más al respecto puedes hacerlo en el libro «50 Preguntas Frecuentes de un Sobreviviente de Abuso Sexual Infantil»

Nos estamos leyendo,

Carol.

2 comentarios
  1. Gentil y pedagógica explicación. Simplemente gracias. Podría pedir una guía para prevenir estas conductas en niños? Para educar a niños ?

    • Muchas gracias por escribir. Probablemente trabajemos en algo similar en un futuro. Pero si quieres puedes escribirnos preguntas más concretas a [email protected] o también revisar el libro «50 Preguntas Frecuentes de un Sobreviviente de Abuso Sexual Infantil».

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