Respuesta redactada por Saúl Zúñiga, terapeuta de Psicoterapia Adultos.
Esta es una pregunta que nos llega bastante a menudo; tanto de parte de pacientes, conocidos y cercanos, así como también de parte de otros profesionales. Si bien no está cien por ciento dentro de nuestra competencia, en Psicoterapia Adultos sí estamos en posición de dar una respuesta suficientemente satisfactoria para comenzar a aclarar algunos de los puntos fundamentales. Con el fin de ayudarles a todos ustedes a poder consultar de manera más informada por el o los problemas particulares que los puedan llevar a pedir ayuda profesional, hemos decidido crear este nuevo espacio en el cual frecuentemente contestaremos sus dudas y preguntas. Sin más preámbulos, les damos la bienvenida a ‘Psicoterapia Adultos Responde’.
Comenzaremos con la psicoterapia individual pues es la más conocida y nos permitirá hacer distinciones más adelante. Como la definimos de manera breve anteriormente, es un proceso de trabajo con el fin de generar cambios y mejorar la calidad de vida de quien consulta a través de una particular relación terapéutica. Se enfoca usualmente, desde distintas técnicas y aproximaciones, al trabajo de esos puntos con la persona consultante en particular. Esto no significa que otras personas cercanas al consultante (usualmente parejas, o padres, pero pueden variar dependiendo de las circunstancias) no puedan ser llamadas a participar de una u otra manera, significa que cuando esto suceda será en miras del tratamiento de la persona “titular”. Estas otras personas cuando sean citadas por el terapeuta a cargo, serán citadas para ayudar y/o aportar con el tratamiento de la persona identificada como paciente. Para ilustrar de mejor manera este punto les presento un caso hipotético. Lo que describo a continuación no es un caso real, que haya sucedido fácticamente, pero probablemente podría haber sucedido y a más de alguno le resonará como algo conocido; lo que nos permitirá aterrizar la situación que he descrito anteriormente. Un ejemplo muy claro de lo descrito anteriormente es cuando los psicoterapeutas citan a los padres, o familiares más cercanos, de un adolescente que es llevado a psicoterapia.
Sergio es un joven de 17 años, a meses de cumplir los 18. Es llevado por sus padres al psicólogo porque últimamente ha estado muy encerrado en sí mismo, muy irritable, y ha estado involucrado en episodios violentos con un grupo de amigos. Asiste a terapia influido por sus padres, quienes dicen que podría hacerle bien para “aclarar sus temas”. Dice que está “chato” de la hipocresía y que apenas cumpla 18 se irá lejos, donde nadie pueda ubicarlo ni decirle qué hacer. En este caso puede ser fundamental para el terapeuta, además de trabajar individualmente con él (con todas las implicancias que eso tiene), entrevistarse en reiteradas ocasiones con sus padres y tener en cuenta sus puntos de vista sobre lo que ocurre con su hijo o lo que esperan de él. Esto explícitamente con el fin de poder trabajar de mejor manera con los problemas individuales que acosan a Sergio. Quizás hasta él, como es esperable de ciertos adolescentes, quisiera traer a alguno de sus mejores amigos a aclarar alguna situación en la que siente que los adultos (padres o profesores) lo malinterpretan. Quizás un familiar cercano quiera entrevistarse con el psicólogo a cargo para confiarle información vital sobre las intenciones de Sergio, o un evento traumático en su vida, que sus padres no manejan. Todas estas situaciones son perfectamente posibles en un caso así; y será decisión del terapeuta, en miras de proveer el mejor tratamiento posible a su paciente individual, si acoge o no y de qué manera estas aproximaciones. Lo importante es que, tome la decisión que tome, un psicoterapeuta individual por lo general está trabajando para Sergio y sus intereses. Respetando en primera instancia su contrato terapéutico con él (nos referimos al acuerdo o compromiso de trabajo que, entre otras cosas, define los objetivos y métodos del tratamiento), el respeto de su confidencialidad (derecho fundamental del paciente que obliga a su tratante a no divulgar detalles del diagnóstico y/o tratamiento) con él, y la responsabilidad respecto del tratamiento con él. Por lo tanto; en primera instancia, este psicoterapeuta privilegiará los intereses, objetivos, y la salud de Sergio por sobre otros posibles elementos.
Un posible escenario distinto que también podrá ser ilustrativo puede ser el de un paciente con una condición muy grave, por ejemplo imaginemos el caso de Rosita.
Rosita es una mujer adulta, de 45 años, casada, sin hijos, quien padeciera alucinaciones auditivas, delirios en los que la policía interfiere su teléfono, e ideas suicidas en momentos de amarga lucidez. En este caso hipotético; por ejemplo; puede ser necesario ponerse en contacto con un psiquiatra que haya tratado a Rosita en el pasado, con su marido que vive con ella y la cuida día a día, o con algún miembro de su familia de origen quienes se han desentendido de ella huyendo de su padecer, etc. En el caso de Rosita, estas otras personas pueden aparecer para el terapeuta como fuentes de información adicional para efectuar un correcto diagnóstico, para diseñar una intervención más eficiente, o como redes de apoyo para garantizar su tratamiento y seguridad. Como se va dibujando; otras personas pueden participar de distintas maneras pero el foco del tratamiento siempre es la persona individual.
Como ya podrán imaginar, en la psicoterapia de pareja y en la de familia ocurre algo distinto. Las podremos definir brevemente como un tratamiento psicológico que se brinda a ambos miembros de una relación sentimental o a todos los miembros de una familia por parte de un profesional debidamente entrenado para ello. Para simplificar un poco, la diferencia fundamental con la psicoterapia individual es que en este formato, no hay una “persona” particular que pueda denominarse “paciente”. Por mucho que se presente como la fuente del conflicto, o la que más habla, o la que tiene más síntomas, o el hecho de que sea su nombre el que aparezca en la boleta de honorarios o el bono. Todo eso sin duda tiene un peso; pero en términos de los objetivos de trabajo de la psicoterapia de parejas o familia, no distraen de que el objetivo es el trabajo con la pareja como pareja y la de la familia en cuanto familia. Este punto marca una diferencia fundamental. Para ejemplificarlo de manera clara nuevamente tomaremos nuevamente un par de ejemplos hipotéticos.
Tomemos el caso de Roberto y Sandra. Ellos son una pareja joven (33 y 30 años respectivamente), casados, con dos hijos de 16 y 13 años. Ellos consultan porque hace al menos 10 años que no encuentran interés emocional o sexual el uno por el otro, y han tenido muchas peleas por los más diversos temas, los más importantes respecto de la educación de sus hijos y sus propias carreras en lo laboral. Han pensado durante un tiempo en separarse, pero temen que eso dañe a sus hijos, y han hecho lo posible durante estos últimos años para aparentar que todo anda bien, pero se dan cuenta que eso los ha hecho apartarse cada vez más. Ambos guardan mucho resentimiento hacia la conducta del otro al respecto. Consultan con un terapeuta de parejas por distintos motivos, Roberto por su parte quiere saber si sería “más normal” separarse o seguir el ejemplo de sus padres y aparentar que todo está bien y resignarse a vivir como amigos, mientras que Sandra se pregunta si la separación sería muy traumática para sus hijos ya que ella al ser hija de padres separados siente que no querría que sus hijos pasaran por lo que ella pasó.
Este caso incluye a dos personas que podrían ser marcados como “pacientes”, sin embargo el foco del psicoterapeuta de parejas probablemente vaya más hacia ayudarlos a trabajar los temas que tienen pendientes como pareja. No necesariamente pasará por guiarlos hacia reparar su relación, tampoco necesariamente los ayudará explícitamente a separarse, más bien tendrá en cuenta los conflictos individuales de cada uno para poder asistir a que tomen las decisiones que tomen de una manera más consciente, responsable, y comprometida. Necesariamente saldrá como tema dentro del tratamiento, por ejemplo, sus particulares visiones respecto a la familia y sus hijos, sus historias personales y cómo ellas influencian en la situación actual, sus respectivas relaciones con la intimidad y la sexualidad. Sin embargo todos estos temas personales serán mirados en el contexto de la psicoterapia como temas a resolver en pareja. El objetivo del tratamiento probablemente irá dirigido a que tomen decisiones que sean coherentes con lo que íntimamente deseen hacer, lo que consideren que es mejor para ambos y para su familia, no lo que tienen que hacer de acuerdo a sus historias previas y prejuicios. Si en el camino se reencuentran como pareja, se enamoran nuevamente, o se descubren a sí mismos como personas muy distintas o incompatibles; eso quedará por verse.
En este caso tanto Roberto como Sandra se beneficiarían también del trabajo personal que supone un tratamiento individual, y pueden optar por tomarlo por su parte como complemento a la terapia de parejas, no son excluyentes. De hecho; no sería sorprendente pensar que si Roberto trabajara sus temas pendientes respecto del ejemplo de sus padres en lo que él considera que es una pareja, y Sandra trabajara sus temas pendientes respecto de la separación de sus padres y cómo eso influye en su preocupación por su relación de pareja y sus hijos, eso los ayudaría a resolver de mejor manera sus conflictos como pareja. Siempre manteniendo en cuenta que ambos procesos se orientan hacia objetivos radicalmente distintos.
Para seguir ilustrando este punto, en un contexto distinto, tomemos un ejemplo breve de una terapia de familia.
La familia González consulta porque tienen un “hijo problema”. Los padres tienen 59 y 55 años, y tienen cuatro hijos. El padre se declara a sí mismo como un “trabajólico”, muy exigente, con “estrés crónico”. La madre llora durante todo el tiempo que está en la entrevista, declara estar agobiada y con mucha ansiedad. El hijo mayor es ingeniero civil, de 25 años, está cesante, pero busca emprender un negocio pequeño, estar cesante le provoca mucha angustia y culpa a los problemas familiares que ocasiona su hermano menor por sus fracasos laborales. El hijo siguiente estudia para ser ingeniero agrónomo, tiene 22 años, le va relativamente bien en la universidad, pero no tiene muy buena vida social, es muy tímido, y considera que los problemas que reportan sus padres son estupideces. La hermana que sigue tiene 20 años, entró a estudiar ingeniería comercial, pero no está segura si es lo que quiere hacer con su vida, tiene planes de cambiarse a estudiar diseño a pesar del evidente descontento de sus padres, ella es muy protectora de su hermano menor y lo defiende constantemente. El hijo menor tiene 18 años, y es el motivo por el cual la familia consulta. Los padres reportan que lo único que hace es fumar marihuana y andar en skate, que “se está farreando la vida”, y que debiera ponerse serio y estudiar algo. Él está muy frustrado de estar siendo llevado a terapia, pero admite que tiene la esperanza de poder convencer a sus padres que lo dejen vivir tranquilo, que tiene planes de trabajar en una tienda de artículos para skaters y con eso para él es suficiente. En este caso, cada uno de los integrantes de la familia González tiene al menos un tema importante de “salud mental” que podría ser abordado. Sin embargo, y de manera muy similar a lo que vimos con el ejemplo de Roberto y Sandra, la terapia de familia tendrá como objetivo ayudarlos a ellos a resolver sus temas personales en la medida que ellos influencian a la familia como un todo; así como también la familia como un todo influye a cada uno de manera particular. Si bien los temas personales de cada uno serán eventualmente parte del tratamiento, el objetivo del mismo está más dirigido a ayudarlos a resolver sus problemas como familia.
En ambos casos; el de Roberto y Sandra como el de la familia González; pase lo que pase el compromiso del terapeuta es con la pareja como pareja, o de la familia como familia. A diferencia de los casos anteriores de Sergio y Rosita, el contrato terapéutico y el acuerdo de confidencialidad no son privativos de los individuos, sino más bien están al servicio del grupo como un todo.
A modo de conclusión del tema podemos decir que aunque ambos formatos puedan tener similitudes en términos técnicos o formales, los objetivos y la orientación de ambos procesos son radicalmente distintos. Y como se puede comenzar a visualizar, este formato tiene complejidades que le son únicos. Lamentablemente explorarlos en profundidad es un tema que excede las pretensiones de este humilde artículo. Esperamos que estas descripciones, aclaraciones, y ejemplos puedan ayudarlos a decidir cómo enfrentar de mejor manera a la hora de consultar o pedir ayuda a un profesional.
Si aún después de leer este artículo persisten algunas dudas, consultas, o inquietudes respecto al tema; o tienen alguna respecto de otro tema completamente distinto. Siempre estamos dispuestos a recibir correos en [email protected]; estaremos atentos y respondiendo a la brevedad.
Saludos cordiales del equipo de Psicoterapia Adultos.
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